Érase una vez… la historia verdadera de Sir Porcel
En un año oscuro, donde el mundo parecía detenerse y los mercados callaban, nació algo distinto: Sir Porcel, una marca que no surgió del azar, sino del linaje, del oficio... y de un anhelo por rescatar lo auténtico.
Corría diciembre del 2020, en plena pandemia. Mientras muchos cerraban, un joven mexicano de raíces italianas —nieto de un carnicero del norte de Italia y criado entre aromas curados— decidió honrar su herencia. No con discursos, sino con sabores. Con tiempo. Con respeto.
Ese joven, conocido ahora como Sir Porcel, no viste armadura, pero porta mandil. En su taller no hay reyes, pero hay nobleza: la que nace de los ingredientes puros, del trabajo honesto y del compromiso con lo real.
Desde el principio, Sir Porcel se propuso lo más ambicioso: crear charcutería natural, elegante y sin atajos químicos. Por eso, en lugar de caminos fáciles, eligió caminos verdaderos. Importa fermentos y levaduras tradicionales desde Italia y Alemania para lograr sabores más profundos y digestiones más nobles. Usa pimentón de la Vera, considerado el más fino del mundo, y muchos de sus productos contienen probióticos naturales.
Cada pieza que crea es una pieza curada durante meses, con principios: sin sintéticos innecesarios, sin adornos artificiales. Solo carne noble, paciencia, y un toque de alquimia heredada.
Porque en su casa, desde la carnicería del abuelo en Italia hasta su obrador en México, siempre se ha sabido una cosa: El sabor no se improvisa. Se honra.
Y así, Sir Porcel continúa su viaje —con un corazón mexicano y un alma italiana— conquistando paladares que entienden que lo artesanal no es una moda: es un legado.